1 de junio de 2010

Jubileo Diocesano..

Durante la Misa de cierre de la Vigilia de Pentecostés, que vivimos el pasado sábado 22 en nuestra Catedral, nuestro Obispo, Monseñor Rubén Oscar Frassia, anunció un Jubileo Diocesano, que comenzará el próximo 15 de agosto y se extenderá hasta el 15 de octubre de 2011, con motivo de los 50 años de la creación de la Diócesis de origen que luego “amplió la mesa de comensales y enriqueció la familia” conformando la actual jurisdicción eclesiástica.

Tras asegurar que la diócesis “se puso en marcha”, anticipó que ya creó una Comisión para el Jubileo, cuya misión será "tener en cuenta a todos los sectores y lugares" de la diócesis.

En una carta pastoral, el prelado explica que “hacer Jubileo, o celebrarlo, es dar gracias a Dios a través de la Iglesia, que el Beato Juan XXIII, con la Bula, ‘Cum Regnum Dei’ el 10 de abril de 1961 creó en aquel entonces el inicio de nuestra diócesis”.

El 24 de abril de 2001 Juan Pablo II cambió el nombre y amplió los límites uniendo a la diócesis de Avellaneda el partido de Lanús, el cual pertenecía a la diócesis de Lomas de Zamora. A partir de esta decisión, se amplió la mesa de comensales y se enriqueció la familia diocesana, conformando la ‘nueva realidad’ de Avellaneda-Lanús”, destaca.

Tras señalar que “toda realidad tiene su proceso, su gestación, sus conflictos, su historia”, reitera que “celebrar los primeros 50 años como diócesis, es dar gracias a Dios por este don. El regalo de ser Iglesia Diocesana, de ser parte del pueblo de Dios, de celebrar la fe, de vivir la caridad y de marchar juntos como hermanos en la esperanza”.

El arzobispo aclara, sin embargo, que “este proceso no es híbrido. Debe tomar consistencia. Debe nutrirse, alimentarse y además desarrollarse”.

Nuestra Iglesia, debe ser madura y responsable. Madura pues se pertenece, y sabe hacia donde se dirige. Conduce su vida y su historia. El maduro posee la capacidad de engendrar vida. Y el responsable, no vive superficialmente ni de modo egoísta o distraído, sino que tiene una postura abierta, comunicativa, solidaria, reconociendo sobre todo a los demás como parte de su misma vida y de su historia”, indica.

Por esta razón, monseñor Frassia señala que “la Iglesia debe ser abierta, comunicativa, expansiva, alegre, creativa, entusiasta, realista y comprometida. No solo en las palabras, sino en las obras, y estas obras deben corroborar el testimonio y la fuerza de la palabra”.

Asimismo, estima que la convocatoria “debe abarcar a todos los estamentos y a todas las personas que componen nuestra Iglesia y nuestra sociedad”, porque, asegura, “la Iglesia, debe estar donde está el hombre. El camino de la Iglesia es el hombre, nos decía Juan Pablo II, cuando nos habla de la misión de la Iglesia, ya que ‘el hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión’”.

Por esta razón todos nos debemos sentir involucrados. No queremos quedar en eventos -puntualiza-. Es el espíritu que nos debe mover y trabajar por dentro, para que toda la realidad celebrativa se vea impregnada de una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión”.

Por último, monseñor Frassia llama a pedirle al Señor que “la presencia del Espíritu Santo, en este Pentecostés, nos ilumine, nos encienda con el fuego de su amor y nos haga experimentar el encuentro personal con el Señor para expresar de modo convencido la alegría del testimonio y la fuerza del anuncio en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestros apostolados y en nuestra sociedad”, y expresa su deseo de que “la Virgen Madre prepare nuestro corazón y nuestro tabernáculo para que Cristo el Señor de la Historia reine en nuestras vidas, y pueda ser conocido y amado por todos, para que todos crean en Él y tengan vida en abundancia”. +