Reflexiones

Los buenos amigos.

“No hay amor más grande que el que dar la vida por los amigos”. Una frase que encierra para mí, la forma completa de demostrar amor: entregarse, darse, compartirse y lo que es mejor, amar incondicionalmente a nuestros semejantes.

¿Cuántas veces estamos tan lejos de demostrarlo? Para que nuestro corazón, a veces, tiene lugar sólo para el rencor, la decepción, el dolor y dejamos a un lado el sublime concepto de “Dar la vida por los demás”.

Jesús lo demostró y muchos hermanos también lo han hecho. ¿Nosotros cuándo? ¿Podremos acaso algún día demostrarlo? ¿Jamás podremos disfrutar de este privilegio que Dios nos regala?

Hoy en día parece tan difícil entregar la vida por algún amigo, pero mi pregunta es: ¿Cómo algunas personas pueden hacerlo?

Jesús murió por nosotros sus amigos.

También el Padre Kolbe que en la Segunda Guerra Mundial decide “ofrecerse en sacrificio” dando su vida por otra persona.

Dar la vida, es tratar bien a los demás, es dar la vida por el otro; es tratar que la gente a nuestro alrededor se sienta bien; viva bien, sea feliz con nuestras actitudes; es demostrar que podemos darnos en ACTITUD.

Bien lo repetía Jesús: “Ciegos y sordos”... aún permanecemos así en nuestros tiempos. Permanecemos distantes y apáticos, hemos dejado de sentir que el otro es importante. Es triste pensar que ya casi no nos importan los demás... muchas veces ni nosotros mismos.

¿A quién llegará este mensaje? ¿Por qué tenías que leerlo el día de hoy?

Nuevamente propongo más preguntas que respuestas, pero al final de este escrito en mi corazón hay un gozo especial... PENSÉ EN TODOS MIS AMIGOS. Quienes me apoyan y quienes hacen de este mundo algo muy especial, para todos y cada uno de ellos un abrazo bien fuerte y mi gratitud eterna.

Fuente: Arquidiócesis Primada de México. Pastoral Juvenil. Recuperado de la Red Mundial de Información.
http://www.arquidiocesismexico.org.mx

El poder de reír.
Rubén Muñiz

Capacidad humana que lo cura todo

¿Alguna vez te reíste tanto que esta risa te provoco dolor de estómago? ¿Has llorado de risa alguna vez en tu vida?¿O tal vez en alguna ocasión sin darte cuenta saliste a la calle con la playera al revés y al percatarte de esto soltaste una carcajada que aún no puedes olvidar?

Desde el momento en que nacemos llevamos dentro el poder de reír, y es algo que esta constantemente alimentando nuestra manera de ser, cuando aprendemos a reírnos de nosotros mismos, adoptamos la capacidad de ver la vida de diferente manera y de aceptarnos como somos con nuestras virtudes y defectos.

Todos los humanos tenemos la capacidad de desarrollar el sentido del humor. En ocasiones el estrés, el miedo, las presiones e incluso la flojera traen a nuestra mente pensamientos negativos que inmediatamente se reflejan en nuestro rostro, actitudes y comportamiento. Esto lo podemos evitar con sólo atrevernos a cambiar; nada nos cuesta mostrar una sonrisa y contagiar a todos los que nos rodean con el efecto de la misma.

El tener sentido del humor produce efectos maravillosos y muy valiosos en nuestras vidas y en la de los demás. Las personas que lo integran en su vida diaria se relacionan mejor con los demás, mantienen una autoestima más alta, adquieren seguridad y prestigio, mantienen una actitud positiva ante los problemas que se les presentan en su diario vivir y por lo tanto resuelven más fácilmente y de una mejor manera las situaciones difíciles.

La risa ha despertado la curiosidad de investigadores y científicos, los cuales, durante años han tratado de descubrir sus cualidades y los efectos benéficos que produce en el ser humano. Algunas de las cosas que han descubierto han sido que:

- fortalece el sistema inmunológico y produce anticuerpos,
- ejercita nuestro sistema respiratorio,
- mejora el ritmo cardiaco,
- elimina las toxinas del cuerpo,
- reduce las alergias y,
- por si fuera poco, contribuye a la belleza ejercitando los músculos del rostro evitando su flacidez, da un brillo especial a nuestros ojos y la cara se muestra feliz, entre otras cosas.

Pero ¡atención! Todo en exceso es malo sobre todo si no sabemos controlar nuestras emociones e impulsos, la risa en ocasiones se puede convertir en violencia, cuando nos burlamos de los defectos, las desgracias o de la discapacidad de los demás. Recuerda que tú tienes el control de los límites.

Está en tus manos la decisión de abrir el corazón y la mente hacia el buen humor y procurar que sea algo constante en tu diario vivir, puedes inyectar optimismo en tu familia, trabajo, escuela, o en cualquier momento o situación de tu vida para mantenerte contento y alegrar a los que te rodean.

Por eso querido amigo y amiga atrévete a:
- Empezar el día con una sonrisa,
- Contagiar a otros de tu buen humor,
- Mantenerte con una constante alegría,
- Adopta una actitud positiva en todo momento,
- Disfruta cada instante de tu vida,
- Integra a personas que tengan buen humor a tu núcleo de amistades,
- Abandona el hábito de criticar,
- Escapa de los pensamientos negativos,
- Recuerda y aprende a contar chistes.
- Recuerda que dar una sonrisa no te empobrece pero si enriquece a quien la recibe, así que a reír se ha dicho.

Fuente: Arquidiócesis Primada de México. Pastoral Juvenil. Recuperado de la Red Mundial de Información.
http://www.arquidiocesismexico.org.mx

La ventana.

Había una vez dos hombres, los dos con enfermedades graves, en la misma pequeña habitación de un gran hospital.

Pese a ser una habitación minúscula, tenía una ventana que miraba al mundo. A uno de los hombres, como parte de su tratamiento, se le permitía sentarse en la cama durante una hora por la tarde (algo relacionado con la extracción de líquido de sus pulmones).

Su cama estaba junto a la ventana. Pero el otro hombre debía pasar todo el tiempo acostado boca arriba. Todas las tardes, cuando el hombre que estaba al lado de la ventana se instalaba para su hora, pasaba el tiempo describiendo lo que veía afuera. Al parecer, la ventana daba a un parque en el que había un lago. En él había patos y cisnes y los chicos se acercaban para arrojarles pan y hacer navegar sus barquitos. Los enamorados caminaban tomados de la mano junto a los árboles y había flores y canteros de césped y juegos. Y al fondo, detrás de la hilera de árboles, se veía un espléndido panorama de la ciudad recortada contra el cielo.

El hombre acostado escuchaba las descripciones que le hacía el otro hombre, disfrutando cada minuto. Oía que un chico casi se había caído al lago y qué lindas estaban las chicas con sus vestidos de verano.

Las descripciones de su amigo, en definitiva, le hacían sentir que prácticamente podía ver lo que pasaba afuera.

Una tarde muy agradable, se le ocurrió: ¿Por qué el hombre de la ventana debía tener todo el placer de ver qué pasaba? ¿Por qué no iba a tener él una oportunidad? Se sintió avergonzado, pero cuanto mas trataba de no pensar así, más quería el cambio.

- ¡Haría cualquier cosa!

Una noche, mientras miraba el techo, el otro hombre se despertó de repente con tos y ahogos, y trató desesperadamente de alcanzar el botón para llamar a la enfermera. Pero el hombre lo observó sin moverse, incluso cuando el sonido de la respiración se detuvo.

A la mañana, la enfermera encontró al otro hombre muerto y en silencio se llevaron su cadáver. Cuando lo consideró oportuno, el hombre preguntó si no podían cambiarlo a la cama que estaba al lado de la ventana. Lo trasladaron, lo instalaron y lo pusieron cómodo.

En cuanto se hubieron ido, con dificultad y laboriosamente se incorporó y se asomó por la ventana.

¡Enfrente había una pared blanca....!

Muchas veces hacemos daño a gente sin motivo, cuando lo único que trata es de animarnos y de que veamos la vida de la mejor manera.

Fuente: Pastoral Juvenil Coyuca (pjcweb.org).

Los verdaderos milagros.

Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante, alumno del sabio.

Terrateniente: me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa que, inclusive, puedes hacer milagros.

Sabio: soy una persona vieja y cansada... ¿cómo crees que yo podría hacer milagros?

Terrateniente: pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos... esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso.

Sabio: ¿te referías a eso?, tú lo has dicho, esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso... no un viejo como yo; esos milagros los hace Dios, yo sólo pido se conceda un favor para el enfermo, o para el ciego, todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo.

Terrateniente: yo quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que tú haces... muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios.

Sabio: esta mañana ¿volvió a salir el sol?

Terrateniente: sí, claro que sí.

Sabio: pues ahí tienes un milagro... el milagro de la luz.

Terrateniente: no, yo quiero ver un VERDADERO milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra.... mira hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas.

Sabio: ¿quieres un verdadero milagro?, ¿no es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?

Terrateniente: sí, fue varón y es mi primogénito.

Sabio: ahí tienes el segundo milagro.... el milagro de la vida.

Terrateniente: sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro.

Sabio: ¿acaso no estamos en época de cosecha?, ¿no hay trigo y sorgo donde hace unos meses sólo había tierra?

Terrateniente: sí, igual que todos los años.

Sabio: pues ahí tienes el tercer milagro.

Terrateniente: creo que no me he explicado, lo que yo quiero.... (el sabio lo interrumpe).

Sabio: te has explicado bien, yo ya hice todo lo que podía hacer por ti.... si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer.

Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda; cuando el terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían, el sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomó al conejo, sopló sobre él y sus heridas quedaron curadas. El joven alumno estaba algo desconcertado.

Joven: maestro, te he visto hacer milagros como éste casi todos los días, ¿por qué te negaste a mostrarle uno al caballero?, ¿por qué lo haces ahora que él no puede verlo?

Sabio: lo que él buscaba no era un milagro, era un espectáculo. Le mostré 3 milagros y no pudo verlos.... para ser rey primero hay que ser príncipe, para ser maestro primero hay que ser alumno... no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tú se los hayas pedido.

Fuente: Pastoral Juvenil Coyuca (http://pjcweb.org/).