29 de mayo de 2012

El Atleta..

Alarmados por el detector de metales, los agentes de seguridad de Schiphol, el aeropuerto de Amsterdam, frenaron en 2006 a Oscar Pistorius. Encontraron sustancias de explosivos en sus piernas. Sus padres decidieron amputárselas por debajo de las rodillas cuando tenía 11 meses porque Oscar había nacido sin peronés. Los guardias, entonces, le dijeron que querían revisar sus prótesis. Lo esposaron y lo metieron dentro de una celda. Todo comenzó a solucionarse cuando Pistorius recordó que horas antes había estado disparando al blanco con un amigo. Los guardias lo habían confundido con un terrorista. Aún hoy se confunden muchos. Les cuesta definir a Oscar Pistorius como lo que eligió ser: un atleta.


Hay una escena formidable en la Web. Sucedió el 19 de julio pasado en la pista de Lignano, Italia, en un torneo llamado Sport Solidaridad. La carrera, en rigor, fue igual que otras desde que Pistorius fue autorizado a competir con atletas convencionales. Último en los primeros 150 metros. Arrollador en los 100 finales. El tiempo de 45s07 para los 400m lo convirtió en el primer atleta sin piernas clasificado para un Mundial. Al zimbabuense Talkmore Nyongani, uno de los mejores velocistas africanos, no le importó su derrota. Comparte la emoción del público por el triunfo de Pistorius. Un bellísimo gesto deportivo. Abre sus brazos enormes para abrazar al sudafricano. Es tan efusivo que lo tira al piso. Las cuchillas en forma de J que ayudaron a Pistorius a ganar desnudan cierta fragilidad para mantenerlo de pie. Pesan algo más de 2 kilos y cuestan unos 35.000 dólares. La fábrica islandesa Ossur les puso el nombre de Cheetah (guepardo). El animal terrestre más rápido del planeta corre a unos 110 kilómetros por hora, casi tres veces más veloz que Usain Bolt. A diferencia del león, que desperdicia energías, el guepardo se lanza como un muelle. "Es evidente que las prótesis le han dado una ventaja a Pistorius", dice el comentarista de la TV italiana. No todos los rivales son como Nyongani. Algunos dicen que las prótesis deberían llamarse "Cheater" (Tramposo). Sí, ironizó Carlos Arribas hace unos días en El País, es mejor tener fibra de carbono en las piernas en lugar de carne y huesos. Tornillos en lugar de tobillos.

Pistorius representa un símbolo del deporte como ejemplo de superación y de esfuerzo. Pero también el debate sobre si las piernas humanas compiten en igualdad de condiciones contra las cuchillas de fibra de carbono. "Ambas partes tienen razón", me dice Martín Scharples, quien ha llegado a cruzar la meta en alguna carrera con la prótesis en la mano, destrozada. "Si miramos el reglamento, Pistorius no debería correr porque tiene elementos que impulsan. Pero es un atleta extraordinario y compite con convencionales porque quiere demostrar la integración." Coincide Carlos "Beto" Rodríguez, nueve veces campeón de la San Silvestre en su silla de ruedas: "Es supervalorable que Oscar le muestre al mundo convencional lo que puede hacer un deportista paralímpico, pero es cierto que cuando a los 200 metros los demás sienten fatiga muscular Oscar hace prevalecer el elemento mecánico". Así lo estableció, en rigor, la propia Federación Internacional de Atletismo (IAAF). El médico alemán Gert-Peter Bruggermann lo comparó con seis corredores convencionales, usó cámaras de infrarrojos y de video de alta velocidad y plataformas de fuerza. Analizó el almacenamiento y retorno de la energía elástica, cambios de longitud y frecuencia de zancadas, consumo de oxígeno y producción de ácido láctico. Las prótesis -concluyó Bruggermann- le dan a Pistorius una ventaja de un 25 por ciento. Su discapacidad, más aún, le permite correr con ventaja también en Paralímpicos ante rivales que tienen una sola pierna amputada. La IAAF le prohibió correr contra atletas convencionales. "Página infame para el deporte, la ética y la humanidad", editorializó al día siguiente Candido Cannavó, director de La Gazzetta dello Sport.

La determinación y los logros de Pistorius, me dice desde Estados Unidos César Torres, filósofo del deporte, nos obligan a reflexionar sobre algunas cuestiones fundamentales del deporte que se dan frecuentemente por supuestas. "Las nociones de discapacidad, normalidad y justicia." Y llevan al deporte de elite, naturalmente discriminatorio, a pensar en "escenarios deportivos más inclusivos, igualitarios y técnicamente sobresalientes". Pistorius, se sabe, fue finalmente autorizado a correr en el Mundial que se celebra estos días en Daegu. El Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) consideró "insuficientes" las pruebas de la IAAF. "Analizó las ventajas, pero no las desventajas." Porque las prótesis pueden favorecer la aerodinámica, impulsar y agrandar las zancadas. Pero hacen más lenta la salida y más inestables las curvas. "Oscar -dijo el británico Martyn Rooney, rival suyo- hace cosas que yo jamás podría hacer y yo hago otras que él tampoco podrá nunca." "No se trata de si hay menos producción de ácido láctico o menor consumo de oxígeno. El problema -dijo el ex atleta paralímpico Daniele Bonacini- es cultural, la aceptación de lo diverso." "Una farsa", replica el científico sudafricano Ross Tucker. Y dice que hasta uno de los médicos que analizaron a Pistorius, Peter Weyand, acepta que las prótesis dan al atleta una ventaja de 10 segundos. Según Tucker, "se está abriendo una caja de Pandora. Nike, Adidas y Mizuno harán zapatillas que permitan impulsar como las Cheetah". ¿Acaso la NBA no prohibió el año pasado las zapatillas Concept1 que permitían aumentar el salto hasta 9 centímetros?, recordaron algunos. Otros dijeron que la natación prohibió los bañadores "mágicos" de poliuretano. Recuerdan que el etíope Abebe Bikila ganó corriendo descalzo en los Juegos de Roma 60 y temen que el sudafricano de las prótesis sea el primer campeón biónico en Londres 2012. Citan justamente el final de Blade Runner , uno de los apodos de Pistorius. Cuando el replicante Roy Batty (Rutger Hauer) agoniza tras salvar a Rick Deckard (Harrison Ford) en el año 2019 en Los Angeles, y dice: "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais".

"Cuesta aceptar que nos pueda ganar alguien que consideramos inferior", dice Aimee Mullins. Ex atleta paralímpica y jefa de la delegación de Estados Unidos para los Juegos de Londres 2012, Mullins, amputada en sus dos piernas al año de vida, modelo y actriz, desarrolló las prótesis Cheetah mucho antes que Pistorius. El caso del sudafricano es tema de fuerte debate en Londres. Tanni Grey-Thompson, célebre atleta paralímpica británica, teme que sus Juegos pierdan sentido si la gente cree que todos pueden ser como Pistorius. Los Olímpicos, afirma, conceden fama y dinero. "Me gustaría que los medios cubrieran a verdaderos atletas corajudos que no son inspiradores por su discapacidad, sino con su discapacidad", escribe en un foro una nadadora paralímpica de Estados Unidos. La nadadora sudafricana Natalie Du Toit, amputada en una pierna, ya compitió y fue finalista en Pekín 2008 con atletas convencionales y busca su tiempo para Londres 2012. Lo hace sin prótesis alguna. La estadounidense Marla Ruyan, legalmente ciega, corrió sin guía en Juegos Panamericanos y Olímpicos. La primera atleta parapléjica autorizada a competir en Juegos Olímpicos fue la neozelandesa Neroli Fairhall, fallecida en 2006. Había ganado el oro en tiro con arco en los Juegos Paralímpicos de Moscú 80 y fue autorizada a competir en los Olímpicos de Los Angeles 84, en medio de algunas polémicas por su silla de ruedas. Terminó en el puesto 35°. Un periodista le preguntó si tenía ventaja por tirar en posición de sentada. "No sé -respondió Fairhall-, nunca he tirado en posición de pie."

16 de mayo de 2012

Correr con el Alma..

Nació con una malformación y a los 11 meses le amputaron las piernas. Su temple y talento lo convirtieron en un atleta formidable. Corre con prótesis, sus marcas generan asombro y sueña con participar en los próximos Juegos Olímpicos.

"Así que yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado".  (Corintios 9:26-27)

La fila india en el aeroparque Jorge Newbery se detiene. No son más de quince o veinte personas que deben pasar sus bolsos de mano por el único escáner en funcionamiento. Las otras máquinas descansan en el bullicio matinal de la sala de preembarque. Pasa una vez por el detector de metales, un gran marco sin puerta y con luces amarillas y verdes, y la policía lo revisa personalmente. Oscar Pistorius abre un bolso raquetero de tenis algo raído y muestra las prótesis transtibiales de fibra de carbono, que pesan algo más de dos kilogramos cada una. Explica quién es y qué hace con ellas. No es la primera vez que atraviesa por esta situación. Quizá por eso la vive con absoluta naturalidad. En 2006 la seguridad de Schiphol, el aeropuerto holandés de Amsterdam, halló sustancias usadas habitualmente en explosivos en sus piernas ortopédicas. Aquella vez fue esposado y estuvo detenido en una celda. Todo se solucionó cuando explicó que horas atrás había estado disparando al blanco con un amigo. Esta vez la escena no llegó a ser tan traumática. "Ya estoy acostumbrado a esto. ¿Por qué me molestaría?", dirá horas más tarde al otro lado del Río de la Plata.
Ese muchacho de 25 años que, a cada rato, regala una sonrisa, habla con un inglés algo cerrado y viste de civil, con jeans de diseño y un holgado buzo canguro color negro; en nada se asemeja al atleta especialista en 400 metros que corre con prótesis llamadas Flex-Foot Cheetahs (por el guepardo, el animal más rápido) y que luchó por ser aceptado por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF).

El principio de todo
Pretoria es la capital administrativa de Sudáfrica. Allí nació y se crió Oscar Leonard Carl Pistorius, tal como dice su pasaporte que tiene sellos al por mayor. Hijo de Henk y Sheila, "dos personas súper obstinadas y positivas que me enseñaron a ser lo que soy", según describe. Y agrega: "La decisión que tomaron fue la correcta. Yo habría hecho lo mismo." Oscar se refiere a la amputación que padeció en ambas piernas a los once meses de vida. Angustiados, muy angustiados, "pero -dice- sin compadecerse nunca de mí" y luego de más de diez consultas médicas, la sentencia quedó en manos de sus padres que siguieron las recomendaciones del médico ortopedista Gerry Versveld. ¿La causa? Una malformación congénita degenerativa en las dos piernas. Si no lo hubieran sometido a esa intervención, el pequeño Oscar hubiera sufrido mayores problemas durante el resto de su vida. A esas alturas el tiempo apremiaba. Si Oscar aprendía a caminar tal cual había venido al mundo, sin el peroné, el hueso largo y delgado que recorre cada pierna desde la rodilla hasta el tobillo, todo empeoraría y le produciría problemas al por mayor. Seis meses después de la tremenda operación, Oscar recibió su primer par de piernas ortopédicas.
La posición económica de los Pistorius era muy buena. Henk, ingeniero de profesión, dirigió durante años una mina de cal en su ciudad. Así, cada nueve meses, los Pistorius se aseguraban de renovar las prótesis de su hijo. "Por suerte, siempre pudieron cambiármelas. Era muy inquieto y como eran de madera se rompían a cada rato", recuerda Blade Runner [en inglés: blade, lámina; runner, corredor], tal su apodo desde que su caso saltó a la fama y logró conmover al mundo.

 Igual a todos, con humor y deporte
Con la premisa de criarlo y educarlo bajo las mismas condiciones que a Carl, su hermano mayor, sus padres lo impulsaron siempre a valerse por sí mismo y a enfrentar el mundo tal cual era. "Sin nada extraño, ni artilugios", dice. "No me considero un discapacitado, puedo hacer las mismas cosas que una persona con piernas. Además, todo el mundo tiene alguna discapacidad", apunta. Para ello, Oscar asistió a los mismos colegios que Carl y Aimeé, la menor de los Pistorius. "Ellos [por sus padres] querían que desde pequeño supiera que era igual a todos. Por eso, nos daban las mismas actividades. Así se me hizo muy sencillo aprender a afrontar los obstáculos del mundo. No soy tan distinto a los demás", explica entre risas. "Hay que tratar a la discapacidad con humor. Si empezás algo y no sale o te cuesta, hay que luchar para que eso se modifique", manifiesta.
Sencillo, terrenal, lejos de las luminarias de algunas estrellas del deporte mundial, como toda la tarde, vuelve a sonreír. A todo parece encontrarle una mueca, un guiño cómplice para afrontar el destino, su destino. Como la vez que, a los 4 años, junto con su hermano Carl utilizaron una de sus prótesis para frenar un karting en plena caída libre. "Aquella vez comprendí que no era tan malo tener prótesis", bromea.
Además del sentido del humor, el arraigo familiar hacia el deporte en general fue otra constante en la superadora vida de Oscar. Básquetbol, criquet, tenis, fútbol, waterpolo y rugby, todos deportes por los que pasó. Pero de todos ellos, la ovalada era su perdición. Por cierto, el más popular entre los blancos, en un país con la locura por los Springboks a la cabeza. Sin embargo, Oscar se deleita tanto con el rugby como con el fútbol, deporte que en Sudáfrica cuenta con mayoría de fanáticos negros, situación que aún evidencia los desacuerdos raciales en el país que Nelson Mandela sacudió con su acción y ejemplo anti-apartheid. "Aún se notan las diferencias raciales. Pero creo que, por suerte, mi generación se crió de otra manera, con una apertura mayor. O al menos eso me pasó a mí. Amo tanto el rugby como el fútbol. Puedo pasar horas viendo partidos. Tal vez sea mi situación la que hace que nunca haya generado diferencias. Pero creo que las personas de mi edad viven más relajadas esto. Además, si siempre me trataron como a un igual, o eso sentí, ¿por qué yo podría marcar diferencias?", cuestiona. Ese respeto que impone Pistorius es el mismo que exige y da dentro del hectómetro, su hábitat natural desde junio de 2003 cuando una lesión en una de sus rodillas por un tackle alto lo derivó a la pista para rehabilitarse. "Mi idea era regresar cuanto antes al rugby. Debía hacer cuatro meses de rehabilitación, pero una vez que empecé a correr los tiempos que hacía era increíbles", revela. Casi sin proponérselo, había encontrado su verdadero deporte. Como una adicción, corría todos los días en el tartán de la Universidad de Pretoria. Allí conoció al coach Ampie Louw que se quedó fascinado la primera vez que lo vio correr. "Personas así no nacen todos los días. Tiene todas las habilidades de un campeón", dijo su entrenador en más de una oportunidad. La empatía fue inmediata y, con ello, la sociedad Pistorius-Louw fue creciendo. Ocho meses después, con 17 años, el pelo rizado y aparatos correctores para los dientes, participaba de los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004. En su primer año como atleta ya corría los 100 metros más rápido que el récord mundial paralímpico de ese entonces. La reputación se incrementó y Pistorius dejó de ser sólo un sorprendente tema nacional para transformarse en noticia internacional. En 2008 coronó su trabajo con tres medallas doradas en los 100, 200 y 400 metros en los Juegos Paralímpicos de Pekín.

Golpe indescriptible
Pistorius no esconde su historia. Al contrario. Hace de ella una bandera, un gran estandarte que blande con orgullo en pos de la integración, donde trata de transmitir su visión de la discapacidad con el objetivo de romper cualquier barrera diferenciadora. "Siempre me han tratado como a un igual. Tanto dentro como fuera de la pista", explica. De pronto, se levanta del cómodo sillón en Casa Este, el coqueto local de Nike construido en espejo (son dos casas iguales) en Punta del Este, camina unos diez o quince metros, no más, toma una escalera de aluminio y regresa. La abre y le dice a Federico Brum, el intérprete: "Por favor, sentate que hace calor y hace mucho que estás parado". Una mínima acción que, una vez más, demuestra la simplicidad con la que se conduce. Brum agradece y se sienta. "Ahora podemos seguir", añade el sudafricano. Vuelve a sentarse y señala: "Siempre fui considerado un igual. En las carreras es uno contra siete y ellos [por sus oponentes] me ven como a un rival más. Y yo también los veo así. A la hora de competir es así. Todos queremos ganar y trascender en nuestra disciplina. Y eso es lo más lógico".
El atleta reconoce que nada ha sido fácil en su vida. Sin embargo, eso no le genera ningún tipo de resquemor. Al contrario, lo asume como un plus energético que lo potencia. "Lo importante es enfocarse en lo que uno tiene y no quedarse en lo que no se tiene. ¿Si tenés el 80%, para qué te quedás pensando en ese 20% faltante? No sirve", cuenta.
Estoico e impasible supo y pudo enfrentar su discapacidad con enorme grandeza, pero la muerte de su madre es un recuerdo imborrable, doloroso, del que prefiere evitar pronunciarse. Sheila murió inesperadamente en 2002 por una reacción alérgica, tras ser internada de urgencia debido a una supuesta malaria. Oscar tenía 15 años. El hecho lo dejó desgarrado para siempre. "Todavía era un niño", apenas despunta, y admite que ella no pudo disfrutar de su éxito. Se nota que ese tema aún lo perturba. Lo lastima sentirse sin ella. Guarda silencio e, inmediatamente, intenta cambiar de tema. Sin embargo, recuerda que cuando tenía apenas un año, Sheila le escribió una carta, que todavía conserva, para cuando fuera más grande. "Un perdedor no es quien llega en el último lugar, sino aquel que se sienta, mira y nunca ha intentado correr", recita un párrafo de memoria. Ahora sí, cambia de tema. Vuelve a él, a su historia como atleta y al ejemplo que intenta trasladar a grandes y chicos.

Colaborar, siempre
Entre sus múltiples actividades, Pistorius está volcado a labores humanitarias en un proyecto solidario fundado en Mozambique, uno de los países más pobres del continente africano. El fin principal es colaborar con las múltiples víctimas de las minas antipersonas necesitadas de prótesis que valen 150 euros (las suyas, de origen islandés, cuestan cerca de 24.000). Para ello, Blade Runner es uno de los embajadores de la Fundación Mineseeker (donde también colabora el actor Brad Pitt), una incitativa dedicada a la identificación, detección y remoción de minas. Según datos que aparecen en la página web de la entidad, hay cerca de cien millones de minas y explosivos no detonados enterrados bajo la superficie del planeta y cada diecinueve minutos alguien usa alguno de esos artefactos. "Es increíble la cantidad de personas que pierden sus extremidades o, aún peor, la vida por este tipo de explosivos", revela Pistorius, que no descarta emprender su propio proyecto. Además, el plan prevé el fortalecimiento de las zonas afectadas con la liberación de la tierra para la agricultura sustentable. "No sólo se busca sacar las minas, sino atacar la desnutrición en esas comunidades enseñándoles a sembrar y cultivar su propia tierra", apunta.

El sueño olimpico
El almanaque de Oscar tiene una marca en rojo furioso. Es el próximo 27 de julio, fecha en que se inician, en la capital inglesa, los Juegos Olímpicos. "Ya demostré que puedo correr con atletas sin discapacidades. Ahora es tiempo de entrenar duro. En mayo próximo buscaré la clasificación", advierte Pistorius que sueña con acceder a uno de los ocho carriles en la final de los 400 metros. "Ganar una medalla sería algo increíble, pero hoy es algo muy complicado. Debería correr por debajo de los 44 segundos. Llegar a la semifinal es el gran objetivo", dice.
La polémica y reclamos que provocó su inclusión en competencias con atletas convencionales generaron tanto ruido que la IAAF decretó, luego de una serie de pruebas, que las prótesis le otorgaban al sudafricano una ostensible ventaja sobre sus contrincantes sin dificultades físicas. Sin remordimiento ni resentimiento, Pistorius apeló la medida ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), que consideró insuficientes las pruebas de la IAAF y, en 2008, le allanó el camino. "Entre 2007 y 2008 dejamos en claro el tema de las prótesis y ya es tiempo de mirar hacia adelante y no quedarnos en ese duro momento. Se fabricaron más de 20.000 pares de prótesis como las que yo uso y se las dieron a cientos de atletas en todo el mundo, y ninguno estuvo ni cerca de los tiempos que yo hago", cuenta. A partir de entonces, todo dependió de él, aunque no pudo clasificarse para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 por no lograr la marca mínima (45s55).


Esta situación cambió en julio del año último en la pista de Lignano, Italia. Con 45s07 logró clasificarse para el mundial de Daegu, Corea del Sur. En este campeonato accedió a las semifinales de los 400 metros y también colaboró para que su equipo de relevos de 4x400 metros clasificara a la final, imponiendo un récord nacional. De allí aún le queda la espina de no ser parte de los cuatro en la gran final que le dio a su país la medalla de plata. "Merecía estar en la final, pero son decisiones que no tomo yo", sentencia. Daegu, un mundial donde los flashes iluminaron por igual a Usain Bolt, el hombre más rápido del mundo, y a Oscar Pistorus, un atleta igual a muchos, pero distinto de todos, que está cambiando los preceptos del atletismo convencional. Para él, los desafíos nunca son suficientes.

Fuente: La Nación.

11 de mayo de 2012

Bielsa detrás de la mascara

Algunos de los pasajes más salientes de una charla que hace unos años, cuando era el técnico del seleccionado, Marcelo Bielsa le brindó a chicos de entre 13 y 17 años del Colegio Sagrado Corazón, de Rosario, donde él cursó el secundario. La condición fue que no hubiese prensa. No la hubo. Pero la transcripción completa de sus dichos se conoció. Y se archivaron. En varias ocasiones hace referencia a las caras de una derrota, al manejo del fracaso, a cómo convivir con una frustración. Y sus reflexiones ofrecen la solidez de la educación, la virtud del sentido común, del valor del ejemplo.

  • "Los momentos de mi vida en los que yo he crecido tienen que ver con los fracasos; los momentos de mi vida en los que yo he empeorado, tienen que ver con el éxito. El éxito es deformante, relaja, engaña, nos vuelve peor, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos; el fracaso es todo lo contrario, es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones, nos vuelve coherentes. Si bien competimos para ganar, y trabajo de lo que trabajo porque quiero ganar cuanto compito, si no distinguiera qué es lo realmente formativo y qué es secundario, me estaría equivocando."
  • "Uno vive y necesariamente necesita jerarquizar virtudes, decir éstas son las virtudes que rescato en los demás y quisiera para mí, que respeto, que valoro. A mí el deporte me dio ese parámetro, yo aprendí por el deporte que la generosidad era mejor que la indiferencia, aprendí el valor de la significación del coraje, aprendí la importancia del esfuerzo y aprendí lo trascendente de la rebeldía. Son los tres o cuatro elementos con que yo después traté de orientar mi vida. No necesariamente tienen que ser ellas las elegidas, pero sí es indispensable que uno sepa cuáles son las virtudes alrededor de las cuáles quiere vivir."
  •  "Estoy absolutamente convencido de que la fama y el dinero son valores intrascendentes. Pasa que claro, nos los describen con un peso tan significativo que parecería imposible resistirse a valorarlos. Creo que el espíritu amateur, el amor hacia la tarea, es lo único que vuelve satisfactorio el tránsito por el trabajo; cuando observo de qué manera son descriptos hacia el público las celebridades, los ídolos, lamento muchísimo que se jerarquicen esos tipos de cosas, que se los describan millonarios, que se los describan famosos, que se los describan extraídos de la realidad social, fuera del contacto con la gente común. Sí estoy convencido de una cosa: fui feliz cuando disfruté del amateurismo, fui feliz cuando crecí enamorado de mi trabajo, yo tengo un profundo amor por el fútbol, por el juego, por la esquina, por el baldío, por el picado, por la pelota. Y desprecio todo lo añadido, todo lo que le fueron agregando para convertirlo extrañamente en deseado. Para explicar un poquito mejor esto, sé que la alegría de un triunfo en un partido dura cinco minutos, termina el partido y hay una sensación de efervescencia, una sensación de la adrenalina al tope que genera excitación y felicidad. Pero son apenas cinco minutos y después hay un vacío enorme y grandísimo. Y una soledad indescriptible."
  •  "Quiero insistir con que mucho mejor es ser prestigioso que popular, que mucho más importante es el recorrido con el que uno llega a un lugar que el éxito o no que se obtenga en la búsqueda, que los hechos son mucho más significativos que las palabras, que demostrar es mucho más importante que hablar, que hay que permitir que ingrese la información que riega nuestra parte noble y evitar que ingrese la información que estimula nuestros bajos instintos."
  • "Nunca me dejé tentar por los elogios. Los elogios en el fútbol son de una hipocresía absoluta. El fútbol está concebido así, tiene que haber o una gran alegría o una gran tristeza. Derrota o victoria, sangre o aplauso son valores muy caros al ser humano. Entonces, en el fracaso sufro mucho la injusticia del trato, no logré nunca dominar eso. Siempre sufro mucho cuando perdemos y cuando soy maltratado, pero sí logré no creerme la duración del éxito. Como no se revisa por qué ganaste, da lo mismo, te adulan por haber ganado no porque mereciste ganar, por el recurso por el que ganaste, entonces tuve claro siempre que esa franela, porque ése es el término, es impostora."
  • "No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. Cuando ganás, el mensaje de admiración es tan confuso, te estimula tanto el amor hacia uno mismo y eso deforma tanto. Y cuando perdés sucede todo lo contrario, hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste, sólo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante; lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad que no es tal."

10 de mayo de 2012

Cuenta conmigo..


 

Stand by Me son los amigas. Es el verano. O el invierno. Es ese final que, aunque parezca decirnos que los compañeros de la infancia en algún momento se olvidan, termina refutando ese pensamiento porque, en definitiva, hay alguien que pone en palabras los recuerdos, que los trae al presente. Desde otra realidad, sí. Con otras vivencias a cuestas, también. Pero ahí están esos recuerdos a fin de cuentas, como semidormidos, esperando a que alguien los haga volver, como yo hice hoy. Porque esa imagen de River Phoenix llorando dice tanto…dice que un abrazo o simplemente unos ojos a nuestra derecha o a nuestra izquierda nos están protegiendo. Nos están entendiendo. Están siempre a nuestro lado.

3 de mayo de 2012

En busca de la felicidad..

lalala

Nunca dejes que alguien te diga que no puedes hacer algo..

Tienes un sueño, tienes que protegerlo,
la gente que no puede hacer algo,
te dirá que tu no puedes hacerlo.
Si quieres algo,
ve por el.