
Bartali ya sabía lo que era "correr por la patria". Mussolini no le permitió inscribirse en el Giro de 1938 porque quería que ganara el Tour. Se convirtió en el segundo italiano campeón en Francia, después de Ottavio Bottecchia, y el fascismo celebró su triunfo. Equivocadamente, eso llevó a que muchas crónicas lo vincularan con Mussolini. Pero Gino, a diferencia de muchísimos otros, jamás celebró con el saludo romano, vistió camisas negras ni dedicó sus triunfos al Duce. Es más, en 1943 pasó 45 días preso sospechado de "actividades antisubversivas". Bartali sí decidió correr por la patria cuando volvió a ganar una década después, en 1948, el segundo Tour de la posguerra. Al promediar la carrera estaba a más de 21 minutos del francés Louison Bobbet y, a sus 34 años, ya no tenía chances de triunfo. "Esto es un caos. Si ganas al menos la próxima etapa podría cambiar algo". El mensaje, que cada biógrafo reescribe a su modo, le llegó de su viejo compañero de la Acción Católica, el primer ministro Alcide De Gasperi. El líder comunista Palmiro Togliatti había sido baleado en Roma por un joven derechista siciliano, estallaban protestas en distintas ciudades, se convocaba a una huelga general y se temía una guerra civil. Al día siguiente, Bartali atacó como nunca para subir primero a los 2.300 metros del Col d'Izoard y redujo a un minuto la ventaja de Bobbet. Mantuvo un ritmo infernal y ganó el Tour, único bicampeón con diez años de diferencia. La hazaña conmovió a los italianos. Hasta L'Unitá, el diario del Partido Comunista Italiano (PCI), dio gran espacio al triunfo en sus cuatro páginas precarias. La leyenda cuenta que el propio Togliatti, una vez restablecido, preguntó cómo iba Bartali en el Tour.
Sólo dos años después, Bartali comenzó a sufrir la llegada del nuevo rey. En el Giro de 1940, Bartali se retrasó por una lesión y la prueba fue ganada por su gregario en el equipo Legnano, un joven de 20 años descubierto por un masajista ciego cuyas manos veían más que cualquier ojo. Coppi, el hombre que elevó a unos 40 kilómetros la velocidad media del ciclismo, casi abandona el Giro por calambres. El propio Bartali, su líder, lo insultó para que ganara, como también lo hizo cuando lo abofeteó para que no renunciara en pleno Tour del '49. "Acquaiolo", le dijo. Uno de esos que le pone agua al vino. Nacía la batalla del fortachón amante de la pasta y el vino contra el frágil que se fracturó trece veces y se distanciaba del mito. El católico devoto carmelita contra el agnóstico. El demócrata cristiano contra el comunista (aunque Coppi era demócrata cristiano también él). Verdi y Garibaldi. Rómulo y Remo. Sangre en las venas de Gino -como escribió Curzio Malaparte-, nafta en las de Fausto. Uno solar, el otro atormentado. Uno fiel a la Legnano y el otro pasado a la más poderosa Bianchi. Ambos, además, con un hermano muerto en las pistas. Entre los dos, de 1940 al '54, ganaron 8 Giros de Italia y 4 Tours, con 124 triunfos para Bartali y 122 para Coppi. Tras el horror de la guerra, el Giro del '49 marcó el definitivo cambio de época. "Héctor asesinado por Aquiles", escribió Dino Buzzati en el Corriere della Sera. "Una fuerza sobrehumana contra el poder maléfico de los años". "Un uomo solo e al comando; la sua maglia e bianco-celeste; il suo nome e Fausto Coppi", sentenció la solitaria llegada a la meta Mario Ferreti por la RAI.
Coppi murió once años después, el 4 de enero de 1960. Tenía apenas 40. Regresó de correr y cazar en Burkina Faso y los médicos confundieron la malaria con una fiebre común. Había estado en Africa durante la guerra. Enviado al frente tunecino, cayó preso de las tropas inglesas en 1943 y fue liberado en 1945. Bartali vivió hasta los 85 años. Murió el 5 de mayo de 2000. Recién tres años después de su muerte se supo lo que hizo durante la guerra, cuando todos creían que sólo buscaba mantenerse en forma mientras corría día y noche por carreteras de la Toscana y Umbría. Mito deportivo, los soldados saludaban su paso, sin necesidad de inspeccionarlo. Debajo del asiento de su bicicleta llevaba documentos falsos fabricados que recogía en Asís o dinero enviado desde Ginebra a Génova para llevarlo a los judíos italianos escondidos en monasterios de Florencia. Bartali salvó las vidas de unos ochocientos judíos. Lo dijeron los hijos de Giorgio Nissim al encontrar en 2003 un viejo diario de su padre con los detalles sobre cómo funcionaba la red. En 2006, el entonces presidente Carlo Azeglio Ciampi entregó a Adriana, esposa de Bartali, una medalla de oro al valor civil. Hace diez meses, Bartali recibió nuevos homenajes en Jerusalén y en Padova, en jardines que recuerdan al Holocausto.